Más de cuatrocientas esculturas de buitres recubiertas de brillantina han tomado el Jardín Botánico de Nueva York (NYBG, por sus siglas en inglés) para picotear su tierra recubierta de flores con el objetivo de hacer que los visitantes no solo se centren en la belleza del lugar, sino que se cuestionen cómo les hace sentir, según explica a EFE hoy la artista jamaicana Ebony Patterson.
Una parte del jardín que rodea el gran invernadero que se encuentra en el parque de El Bronx está plagada de esta reunión de aves carroñeras que parecen picotear las coloridas flores.
“Me interesa pensar en los buitres como una metáfora y su relación con el acto del cuidado. Por lo que el jardín o la tierra se convierte en una piel”, anota Patterson.
La artista también deja ver otra faceta de los carroñeros, la de cazadores. Este aspecto se aprecia en el interior del invernadero de cristal en el que de las plantas que picotean los pájaros también emergen piernas de personas de color blanco traslúcido y restos de columnas vertebrales.
Aunque el pájaro con mayor protagonismo de esta particular muestra, que se inaugura este 27 de mayo para el gran público, es un pavo real de color blanco que corona desde un pedestal -con aspecto de estar aún en construcción- una de las salas del invernadero.
Según explica Patterson, la cola del pavo real continúa de manera metafórica por las otras dos secciones del invernadero mediante el color y el follaje de las plantas hasta terminar en una gran fuente de agua roja, que simula sangre.
CREAR “UNA PIEDRA EN EL ZAPATO”
El sonido también juega un papel importante en esta muestra, ya que en las tres galerías del invernadero suena una grabación perturbadora en la que se mezclan los gorjeos y picoteos de pájaros, con bruscos sonidos como de latigazo y una voz de una mujer que habla despacio y en un tono grave.
“El sonido se convierte en otra forma de crear una piedra en el zapato. Un pequeño momento de incomodidad o tensión”, revela la artista, que es conocida por sus instalaciones de medios mixtos.
El objetivo de Patterson es hacer que la gente vaya un paso más allá de la belleza de las flores y se cuestione de dónde vienen las cosas.
“Cuando la gente viene a estos jardines se enamora de su belleza, pero rara vez se preguntan de dónde vienen las flores. No solo es mirar el nombre que marca la etiqueta o leer de dónde viene geográficamente, sino ¿cómo viajó realmente hasta aquí? Y en su viaje, ¿qué más trajo?”, añade.
Junto a las plantas del jardín botánico, Patterson ha incluido 177 estatuas de vidrio, también de un color blanco traslúcido, de siete tipos de plantas extintas, muchas de las cuales se recolectaron solo una o dos veces antes de que nunca más se volvieran a ver.
VIDEO Y COLLAGE
Además de la exposición alrededor y en el interior del icónico invernadero del Bronx, la muestra prosigue en el edificio de la biblioteca Mertz del jardín, donde la artista cuenta con una instalación de video y una exposición.
En la parte audiovisual hay tres pantallas que envuelven al espectador en un bosque tropical que está habitado por dos figuras andróginas, una vestida de blanco y la otra de negro.
Mientras que en la exposición hay una escultura hecha de cientos de manos con guantes rojos y de las paredes cuelgan coloridos collages en tres dimensiones, que en su centro tienen palabras como “debería” o “beso” y a su alrededor flores, manos, mariposas y cucarachas de plástico.
La muestra, por último, cuenta con una parte interactiva en la que se anima a los visitantes a escribir “cosas para recordar” y colgarlas a continuación.
Algunos de los mensajes que se pueden leer son: “Esta exposición me pone la piel de gallina en el buen sentido” o “es perturbador”.
Agencia EFE