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En la cima de una montaña en el norte de Chile, se encuentra lista para encenderse la cámara digital más grande del mundo, destinada a revolucionar nuestra comprensión del cosmos.

Ubicada en el Observatorio Vera C. Rubin, en el Cerro Pachón, a 2,682 metros de altitud y a unos 482 kilómetros al norte de Santiago, la cámara tiene una resolución de 3,200 megapíxeles, equivalente a 300 teléfonos celulares. Con ella, se capturará una extensión del cielo equivalente a 40 lunas llenas en cada toma. Esta cámara tiene la misión de fotografiar todo el cielo visible cada tres noches durante una década, permitiendo a los astrónomos detectar y estudiar objetos que cambian o se mueven, lo que abrirá nuevas oportunidades de exploración. Se espera que el proyecto descubra al menos 17,000 millones de estrellas y 20,000 millones de galaxias desconocidas hasta ahora.

“Rubin podrá hacer muchas cosas”, comentó Clare Higgs, especialista en divulgación astronómica del observatorio. “Estamos explorando el cielo de una forma sin precedentes, con el potencial de responder a preguntas que ni siquiera habíamos pensado plantearnos”.

El proyecto lleva en construcción desde 2015 y lleva el nombre de la astrónoma estadounidense Vera Rubin, quien confirmó la existencia de la materia oscura en los años setenta. Financiado en un inicio con donaciones privadas de multimillonarios como Charles Simonyi y Bill Gates, el proyecto también cuenta con apoyo de la Oficina de Ciencia del Departamento de Energía y la Fundación Nacional para la Ciencia de EE.UU.

La ubicación en Chile no es casualidad. Según Higgs, “Para telescopios ópticos, se necesita un lugar alto, oscuro y seco, con una atmósfera tranquila y cielos de calidad excepcional”. Chile cumple con todos estos requisitos, siendo uno de los lugares más idóneos para la observación astronómica.

El Rubin entrará en funcionamiento en 2025, y cada noche tomará cerca de 1,000 fotografías, que generarán unos 20 terabytes de datos diarios. Estos se analizarán en tiempo real, generando hasta 10 millones de alertas cada noche, cada una señalando cualquier cambio en el cielo. Las áreas principales de investigación incluyen el mapeo de nuestra galaxia, la detección de transitorios (objetos que cambian de posición o brillo), y el estudio de la materia oscura.

David Kaiser, profesor de Física en el MIT, señaló que el Observatorio Vera Rubin permitirá a los astrónomos trazar la distribución de la materia oscura con un detalle sin precedentes. A través del fenómeno de la lente gravitatoria, los astrónomos podrán observar cómo la materia oscura curva la luz de las estrellas.

Otro enigma que Rubin podría ayudar a resolver es la existencia del Planeta Nueve, un hipotético cuerpo celeste que, según Konstantin Batygin, del Instituto de Tecnología de California, podría detectarse o inferirse mediante la cartografía detallada del sistema solar exterior.

Para Kate Pattle, profesora del University College de Londres, la capacidad del observatorio para estudiar fenómenos transitorios también es revolucionaria. “Rubin volverá una y otra vez a las mismas partes del cielo, lo que permitirá observar estrellas variables, restos de supernovas, estallidos de rayos gamma y cambios en cuásares”, explicó.

El observatorio ofrecerá también un detallado inventario de objetos cercanos a la Tierra, cuerpos en el cinturón de Kuiper, y muchas otras sorpresas que aguardan en el universo profundo. Para Priyamvada Natarajan, astrónoma de la Universidad de Yale, el mayor descubrimiento que Rubin podría aportar sería el hallazgo de la verdadera naturaleza de la materia oscura, un misterio que fascinaba a Vera Rubin en vida y que guió su trabajo.

“Las perspectivas son tentadoras y, sin duda, la revolución está en marcha”, concluyó Natarajan.

Por: Francisco Núñez, franciscoeditordigital@gmail.com

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