Por Aquiles Rojas
En la ciudad de Nueva York, donde late con fuerza el corazón de la comunidad dominicana, han comenzado a escucharse con claridad las voces de dirigentes comunitarios, atletas y organizaciones deportivas que coinciden en un mismo reclamo: la designación de Roberto Rojas como representante del Ministerio de Deportes de la República Dominicana en el exterior.
La petición no surge de manera improvisada ni responde a intereses coyunturales. Al contrario, se trata de un clamor respaldado en la trayectoria de Rojas y en el compromiso que ha demostrado durante décadas con la comunidad dominicana en los Estados Unidos, especialmente en el área deportiva.
Quienes impulsan esta propuesta destacan que Roberto Rojas ha estado siempre al frente de iniciativas que fortalecen la identidad cultural y deportiva de los dominicanos. Su presencia en torneos, juegos comunitarios y actividades patrióticas lo ha convertido en un referente cercano y confiable para atletas, entrenadores y dirigentes.
La diáspora dominicana en Nueva York y otras ciudades no solo merece ser escuchada, también requiere de un enlace formal que articule de manera directa las inquietudes y necesidades de quienes representan la patria en tierras extranjeras. En este sentido, la figura de un delegado o representante del Ministerio de Deportes resulta indispensable.
Si alguien ha demostrado tener la preparación, la visión y la cercanía para asumir ese rol, ese es sin duda Roberto Rojas. Su trabajo ha trascendido los límites de la organización de eventos; ha sido un mediador, un orientador y un impulsor de talentos que, en muchos casos, han alcanzado reconocimiento en distintos escenarios.
El deporte, más allá de la competencia, es un puente que une generaciones y comunidades. Rojas ha sabido utilizarlo como herramienta de integración, fomentando la disciplina, el trabajo en equipo y el orgullo de ser dominicano. Esa capacidad no debe quedar desaprovechada por las autoridades nacionales.
Además, quienes promueven su designación insisten en que se trata de un reconocimiento justo a un liderazgo construido con sacrificio y constancia. No es frecuente encontrar dirigentes que gocen de tanta legitimidad dentro de la comunidad. Y cuando esto ocurre, el Estado debe actuar en consonancia con ese consenso.
Nueva York, por su peso demográfico y político, es un escenario clave para la proyección del deporte dominicano en el exterior. Contar con un representante oficial allí permitiría coordinar mejor los programas de apoyo, la participación en torneos internacionales y el acompañamiento a la juventud migrante que busca espacios de desarrollo.
El reclamo que se escucha no es aislado ni responde a intereses individuales. Se trata de un movimiento amplio en el que confluyen clubes deportivos, asociaciones culturales y líderes comunitarios que entienden que la voz de la diáspora debe tener eco en Santo Domingo.
Nombrar a Roberto Rojas como representante del Ministerio de Deportes sería un paso en la dirección correcta, un gesto de sensibilidad hacia una comunidad que aporta al país no solo en remesas, sino también en prestigio y presencia internacional.
El ministro de Deportes, Kelvin Cruz, ha demostrado apertura y compromiso con la diáspora en sus visitas a Nueva York. Ahora tiene la oportunidad de consolidar ese vínculo respondiendo a esta petición colectiva.
Más allá de un nombramiento, este gesto sería un reconocimiento a la fuerza de la comunidad dominicana en el exterior y al valor del deporte como vehículo de unidad y progreso.
La diáspora está organizada, tiene líderes legítimos y reclama participación real en las decisiones que afectan su desarrollo. Escucharla y responderle es un deber del Estado dominicano.
Por eso, hoy más que nunca, la designación de Roberto Rojas como representante del Ministerio de Deportes en el exterior no solo sería justa, sino necesaria. Una comunidad que ha sabido mantenerse unida en torno a su identidad y sus valores deportivos merece que sus voces sean tomadas en cuenta.