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Las personas con COVID-19 prolongado que visitaron una clínica en Northwestern Medicine seguían experimentando síntomas como dolores de cabeza, mareos, fatiga y niebla cerebral durante un promedio de 15 meses después de enfermarse por primera vez, a pesar de no necesitar nunca hospitalización, de acuerdo con un nuevo estudio de Northwestern.

El estudio analizó a 52 pacientes que fueron atendidos en la clínica Neuro COVID-19 en Northwestern entre mayo y noviembre de 2020, que inicialmente tenían síntomas leves de COVID-19. El autor principal del estudio, el doctor Igor Koralnik, dijo que el estudio es el primero en observar, durante un período tan largo, los síntomas neurológicos en personas que no necesitaron ser hospitalizadas por COVID-19.

El estudio se publicó el martes en la revista revisada por pares Annals of Clinical and Translational Neurology.

“Es importante, porque… el covid prolongado no va a desaparecer”, dijo Koralnik, quien es jefe de Enfermedades Neuroinfecciosas y Neurología Global en Northwestern Medicine y supervisa la Clínica Neuro COVID-19.

Los investigadores creen que el covid prolongado puede afectar hasta a 30 por ciento de las personas que contraen COVID-19, lo que significa que unas 24 millones de personas en Estados Unidos pueden experimentar síntomas persistentes, de acuerdo con American Academy of Physical Medicine and Rehabilitation, aunque algunos estudios han descubierto que vacunarse puede reducir el riesgo de que una persona desarrolle covid prolongado si contrae COVID-19.

“Esto es algo que la gente debe saber, porque afecta a una población muy grande de Estados Unidos”, dijo Koralnik.

En el estudio, no hubo cambios significativos en la frecuencia de los pacientes que experimentaban síntomas como niebla cerebral, entumecimiento/hormigueo, dolor de cabeza, mareos, visión borrosa, tinnitus y fatiga entre sus primeras citas y cuando completaron los cuestionarios, entre seis y nueve meses después.

La pérdida del gusto y el olfato disminuyó con el tiempo, pero la variación de la frecuencia cardíaca y la presión arterial, así como los síntomas gastrointestinales, aumentaron en el seguimiento.

La edad promedio de los participantes era de 43 años y casi dos tercios eran mujeres. Más de dos tercios estaban vacunados, pero lo fueron después de que empezaran a experimentar los síntomas de COVID-19, porque las vacunas aún no estaban disponibles cuando se enfermaron por primera vez. De acuerdo con el estudio, las vacunas no parecían empeorar o mejorar su función cognitiva o su fatiga.

Para el estudio, los investigadores se pusieron en contacto con los primeros 100 pacientes no hospitalizados que visitaron la clínica Northwestern, y los 52 estudiados fueron los que completaron los cuestionarios de seguimiento. Esos pacientes tuvieron experiencias diversas con el covid prolongado, ya que algunos experimentaron principalmente la pérdida del gusto y/o del olfato, mientras que otros, como Emily Caffee, lucharon con una debilitante letanía de síntomas.

Caffee dijo que probablemente contrajo COVID-19 al principio de la pandemia, mientras viajaba para una competición de remo. Tenía dolores corporales, fatiga, falta de aliento, dolor en el pecho y pensamiento confuso. Aunque se sentía mal, no estaba tan enferma como para tener que ser hospitalizada.

Después de su ataque inicial con COVID-19, volvió a su trabajo de entonces, como fisioterapeuta para Northwestern, pero sus síntomas pronto empeoraron, hasta el punto de que a partir de mayo de 2020 se tomó una baja médica de tres meses.

La acosaba una fatiga aplastante, niebla cerebral, palpitaciones, problemas de visión, dolor en las piernas y el cuello y una ansiedad implacable, lo que ella llamaba su “buffet de la miseria”.

“No podía estar de pie durante cinco minutos sin sentirme tan mareada y con náuseas que necesitaba acostarme durante una hora”, dijo Caffee, de 36 años, de Wheaton. “Si sabía que tenía que bañarme o seguir una receta o bajar a buscar el correo, eso era todo, era todo lo que podía hacer en todo el día”.

En agosto de 2020 volvió a trabajar, aumentando lentamente sus horas. En septiembre de 2020, cuando vio a Koralnik, se sentía un 50 por ciento mejor, dijo. Koralnik le dijo que siguiera haciendo lo que estaba haciendo, reanudando lentamente sus actividades, dijo.

La respuesta fue justificable, teniendo en cuenta que antes le habían dicho que sus problemas estaban relacionados con la ansiedad. Nunca dio positivo en la prueba de COVID-19, ya que cuando enfermó aún no se habían generalizado las pruebas.

“El simple hecho de escucharlo de ellos, de un médico… que lo que estaba pasando era real y no solo ansiedad fue clave para mí”, dijo.

Caffee, quien ahora trabaja en PT Solutions en Bloomingdale, dijo que ahora siente que ha vuelto alrededor de 95 por ciento a la normalidad. “Esto me quitó más de dos años de mi vida, siento que fue un sufrimiento en muchos sentidos, pero me considero afortunada de haber salido adelante sin mayores complicaciones”.

Al igual que Caffee, cerca de la mitad de los pacientes del estudio nunca dieron positivo en la prueba de COVID-19. Pero Koralnik dijo que era importante incluirlos porque, como Caffee y basándose en sus síntomas, muchos probablemente tenían COVID-19 antes de que las pruebas estuvieran fácilmente disponibles.

“Esos pacientes han experimentado mucho rechazo y estigma, y esas personas suelen ser mujeres de 40 años”, dijo Koralnik. “Hay millones de esas personas que no pudieron hacerse la prueba en 2020 y, sin embargo, siguieron teniendo síntomas de COVID durante mucho tiempo”.

Koralnik reconoce que el estudio tiene sus limitaciones. El estudio se basa en solo 52 pacientes, pero Koralnik dijo que los investigadores sintieron que era importante compartir lo que han aprendido hasta ahora, en lugar de esperar más tiempo para estudiar un grupo más grande de personas. Además, dado que el estudio se compone de personas que visitaron la clínica Northwestern y decidieron participar en el estudio, no es representativo de todas las personas con COVID prolongado que no requirieron hospitalización. Alrededor del 90 por ciento de los participantes en el estudio eran blancos.

Aún así, Koralnik dijo que Northwestern ha tenido una política de puertas abiertas para su clínica, lo que significa que los pacientes no necesitaron ser referidos por otros médicos o mostrar prueba de tener seguro. La clínica también ha atendido a personas de todo el país, haciendo citas tanto en persona como visitas de telesalud.

Los hallazgos del nuevo estudio son la continuación de un estudio de Northwestern publicado en marzo de 2021, en el que se descubrió que el 85 por ciento de las personas con COVID-19 prolongado, que no requerían hospitalización, experimentaban cuatro o más síntomas neurológicos que afectaban a su calidad de vida y, en algunos casos, a sus capacidades cognitivas.

“Este estudio es el primero de este tipo que se inició en una circunstancia difícil, en el cierre de Chicago, y proporciona datos muy singulares e importantes acerca de esta población de pacientes”, dijo Koralnik. “Esperamos que ayude a los médicos a atender a esos pacientes y que se realicen más estudios”.

tribunecontentagency.com

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