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En el mundo de la robótica, pocas innovaciones son tan prometedoras como RoboBall, un robot esférico diseñado originalmente por la NASA en 2003 para explorar los cráteres lunares, pero que quedó archivado hasta que dos estudiantes de la Universidad de Texas A&M lo rescataron. Rishi Jangale y Derek Pravecek, bajo la tutela del ingeniero Robert Ambrose, convirtieron este concepto olvidado en una realidad funcional, capaz de moverse a velocidades de hasta 32 km/h en terrenos tan diversos como arena, grava, hierba e incluso agua. Lo que hace único a RoboBall es su capacidad para adaptarse a cualquier superficie sin riesgo de volcar, gracias a su diseño esférico y un sistema de propulsión interno basado en un péndulo motorizado.

El exterior de RoboBall está fabricado con materiales similares a los de un airbag, lo que le proporciona resistencia y flexibilidad. Sin embargo, su verdadero secreto reside en su interior: un péndulo conectado a motores que oscila para generar impulso y dirigir el movimiento en cualquier dirección. Este mecanismo elimina la necesidad de ruedas o patas, permitiendo que el robot se desplace sin importar la orientación, una ventaja crucial en terrenos accidentados como los cráteres lunares o zonas devastadas por desastres naturales. El equipo de Texas A&M ha desarrollado dos prototipos: RoboBall II, con un diámetro de 61 centímetros, utilizado para pruebas de laboratorio, y RoboBall III, con un diámetro de 183 centímetros, diseñado para misiones reales y capaz de transportar sensores, cámaras y herramientas.

Las aplicaciones de RoboBall son tan variadas como innovadoras. En el espacio, podría utilizarse para explorar las paredes de los cráteres lunares, un entorno donde los rovers tradicionales no pueden operar con seguridad. Ambrose destaca que «nada rodaría mejor que una pelota en la Luna», subrayando su potencial para acceder a zonas inaccesibles. Pero su impacto no se limita al espacio. En la Tierra, RoboBall podría desplegarse en misiones de rescate tras desastres naturales, como huracanes o inundaciones, para mapear zonas afectadas, localizar supervivientes y recolectar datos esenciales sin arriesgar vidas humanas. Jangale imagina un futuro donde enjambres de estas esferas transformen la forma en que respondemos a las emergencias, operando en condiciones donde otros robots fracasan.

A pesar de los desafíos, como la falta de literatura sobre robots esféricos de gran tamaño, el rendimiento de RoboBall en pruebas ha superado todas las expectativas. El equipo sigue optimizando su diseño, con el apoyo de financiamiento institucional y la libertad para experimentar. Con cada avance, RoboBall se consolida como una herramienta prometedora, capaz de redefinir tanto la exploración espacial como el rescate en emergencias, demostrando que las ideas más revolucionarias a veces solo necesitan una segunda oportunidad para brillar.


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