Alejada de la Argentina durante casi toda su vida, Molloy configuró el vínculo entre el pasado literario argentino y el siglo XX, pero también se ocupó de pensar el traslado de lenguas. Entre sus obras de ficción figuran “En breve cárcel”, “El común olvido” y “Varia imaginación”. Entre sus ensayos, “Las letras de Borges”, “Poses de fin de siglo: desbordes del género en la modernidad” y el último, “Citas de lectura”, aparecido en 2017. El mundo académico de luto.
En Nueva York, a los 83 años. falleció Sylvia Molloy. Padecía cáncer. Su deceso ocurrió el jueves pasado. La línea de la noticia que cierra su existencia resulta tan injusta como escasa, no implica su dedicación a la literatura, su obra. Por eso vale hilar tres citas de su escritura, para dar dimensión intelectual, espesor de una personalidad que de ella dejó una marca, un libro señalado y señalándonos, junto a la cama, antes del olvido.
Alejada de este aciago país durante casi toda su vida, y en donde persevera la agonía lectora, Molloy configuró el vínculo entre el pasado literario argentino y el siglo XX. Pepe Bianco, las hermanas Ocampo, Borges… Pero también enlazó la visita al ensayo y el pensamiento sobre el traslado de lenguas, o la Babel iluminada, como bien señala sobre Elías Canetti en Vivir entre lenguas (Eterna Cadencia Editora, 2016). En este libro refiere a su propio cruce con las lenguas:
“Ser bilingüe es hablar sabiendo que lo que se dice está siempre siendo dicho en otro lado, en muchos lados. Esta conciencia de la inherente rareza de toda comunicación, este saber que lo que se dice es desde siempre ajeno, que el hablar siempre implica insuficiencia y sobre todo doblez (siempre hay otra manera de decirlo) es característica de cualquier lenguaje pero, en la ansiedad de establecer contacto, lo olvidamos. El bilingüismo explícito del que maneja más de una lengua –por hábito, por comodidad, por desafío, con fines estéticos, ya simultáneamente, ya sucesivamente– vuelve patente esa otredad del lenguaje. Esa es la fortuna del bilingüe; y es también su desgracia, su undoing: su des-hechura.”
Es en Citas de lectura (Ampersand, 2017) donde su trabajo es reflexión sobre la materia en el acto de lectura, retruécano en el que aparece el desplazamiento de la identidad del escritor: “De la lectura como acto de posesión: leo y me apodero de lo que estoy leyendo, es decir, encarno la voz del hablante, adopto su dicción, hago mía su circunstancia, lleno hiatos, invento situaciones, personajes, palabras. Leo y el texto se dirige solamente a mí, no existe sin mi lectura: yo le doy voz, le doy yo. Lo que dice Paul de Man de la autobiografía como acto de prosopopeya es finalmente aplicable a todo libro: con mi lectura doy vida a lo que no la tiene, personifico. Este libro es mío, soy su coproductora, como Pierre Ménard es autor del Quijote.”
También allí asume la dura intrusión del espectro de Jorge Luis Borges en escritura (y hasta anticipa el mal insomne del escritor argentino en el siglo XXI): “maestro de desasosiego, de marginalidad, de oblicuidades, de traslados: en suma, maestro de una sociabilidad entre textos para mí del todo nueva. Como uno de esos confabulatores nocturni que menciona –“hombres de la noche que refieren cuentos, hombres cuya profesión es contar cuentos durante la noche”– Borges hereda relatos y los vuelve a contar.”
La nota biográfica ubica a Molloy como docente, ensayista y novelista. Hija de padre inglés y madre francesa, la lengua paterna fue la primera en adquirir, la segunda fue en París: a partir de 1958 estudió en La Sorbona, París, donde obtuvo el doctorado en Literatura Comparada. Luego emigró a Estados Unidos, allí fue catedrática de literatura latinoamericana en las universidades de Princeton, Yale y New York, en la que ocupó la cátedra Albert Schweitzer de Humanidades y fundó la Maestría de Escritura Creativa en español.
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