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De vez en cuando, como médico, me piden que vea en la emergencia de un hospital a un paciente que es completamente mudo.

Se sienta inmóvil, mirando alrededor de la habitación. Levanto su brazo y se queda en esa posición. Alguien le hace un análisis de sangre y ni siquiera reacciona. No ha comido ni bebido nada durante uno o dos días.

Las preguntas comienzan a acumularse en tu mente. ¿Qué le pasa? ¿Respondería ante otra persona? ¿Tiene una lesión cerebral? ¿Está fingiendo? Y, lo más difícil de todo, ¿cómo voy a saber qué le pasa si no puede decírmelo?

Soy psiquiatra e investigador especializado en una condición rara conocida como catatonia, una forma grave de enfermedad mental en la que las personas tienen problemas con el movimiento y el habla.

La catatonia puede durar desde unas pocas horas hasta semanas, meses o incluso años. Algunas personas tienen episodios recurrentes.

He hablado con médicos, enfermeras, académicos, pacientes y cuidadores sobre esta enfermedad. Y una de las preguntas que se hacen con mayor frecuencia es: ¿qué piensan las personas con catatonia? ¿Están siquiera pensando?

Cuando una persona apenas puede moverse o hablar, es fácil asumir que no está consciente.

Pero las investigaciones en los últimos años han demostrado que no es el caso. De hecho, es todo lo contrario.

Las personas con catatonia a menudo expresan una ansiedad intensa y afirman que se sienten abrumadas por sus sentimientos. No es que las personas con catatonia no tengan pensamientos, es posible que tengan demasiados.

Pero, ¿cuáles son estos pensamientos? ¿Qué puede suceder en la mente de una persona para llevarla a “congelarse”?

En un nuevo estudio, mis colegas y yo hemos tratado de arrojar algo de luz sobre estos interrogantes.

Cientos de pacientes

Al observar notas de casos de cientos de pacientes que sufrieron catatonia, descubrimos que algunos hablaron sobre su experiencia, ya sea en ese momento o después. Muchos otros no sabían o no recordaban qué había pasado.

Algunos pacientes dijeron haber experimentado un miedo abrumador. Aunque eran conscientes del dolor de permanecer rígidos durante tanto tiempo, eran incapaces de moverse.

Sin embargo, lo que encontramos más interesante fue el caso de aquellas personas que tenían, en cierto nivel, una explicación racional para la catatonia.

En las notas de un paciente puede leerse:

“Cuando lo vi estaba arrodillado con la frente en el suelo. Dijo que había adoptado esta posición para salvar su vida y pedía que lo viera un especialista en cuello… Seguía repitiendo que se le había caído la cabeza del cuello”.

Si realmente crees que tu cabeza está en riesgo inminente de caerse, tal vez no sea tan mala idea apoyarla en el suelo.

Algunos pacientes dijeron oír voces que les indicaban hacer ciertas cosas. Las voces advirtieron a una persona que su cabeza explotaría si se movía, una razón bastante convincente para quedarse quieto.

Otro paciente pensó que Dios le estaba diciendo que no comiera ni bebiera.

Fingir la muerte

Una teoría señala que la catatonia es similar a la estrategia de algunos animales de fingir estar muertos.

Cuando se enfrentan a un depredador de tamaño o fuerza abrumadores, algunos animales se “congelan” para que su potencial atacante no los perciba.

Una paciente del estudio describió vívidamente haber visto una serpiente (que también le habló).

No podemos decir a partir de un solo ejemplo que estaba adoptando una defensa primitiva ante un depredador, pero ciertamente es una posibilidad.

La catatonia sigue siendo una condición misteriosa, a medio camino entre la neurología y la psiquiatría.

Comprendiendo mejor qué experimentan los pacientes, podemos al menos confortarlos y ofrecerles empatía.

*Este artículo se publicó originalmente en The Conversation. Puedes leer la versión original aquí.

Jonathan Rogers es investigador en la clínica psiquiátrica del Wellcome Trust en University College London, UCL.

Wellcome Trust Clinical Fellow in Psychiatry, UCL

bbc.com

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