Nueva York, 12 may (EFE).- La sede central de la Biblioteca Pública de Nueva York sacó sus “tesoros” para mostrarlos al gran público en una exposición que será permanente y que contiene desde libros raros hasta documentos históricos, pasando por objetos que pertenecieron a escritores y carteles de conciertos.
El director de la biblioteca, Anthony Marx, subrayó a la prensa que su institución no quiere ser como un museo ni le interesa “poseer por el gusto de poseer”, sino que tiene siempre presente que su colección ha de ser accesible tanto a los investigadores como al público en general.
En su emblemático edificio situado en la Quinta Avenida neoyorquina y Bryant Park, la biblioteca dedicará “durante 75 años” una de sus salas centrales para que el público, de forma gratuita, contemple los libros más singulares, además de atlas, poemarios y mapas antiguos.
Son tantas las piezas de colección que posee la biblioteca —la mayoría procedente de donaciones de grandes fortunas o de otras instituciones— que muchas de ellas se mostrarán temporalmente para dejar espacio a otras, en una suerte de “rotación permanente” que no excluye eventualmente préstamos que les son solicitados desde todas partes del mundo.
Una carta de Cristóbal Colón datada en 1493 para Luis Santángel, tesorero de la Corona de Aragón y uno de los principales financiadores de la expedición del genovés, se imprimió en su momento en varios cientos de ejemplares con fines políticos-propagandísticos, pero solo ha sobrevivido un ejemplar que se muestra en la exposición.
Un mapa de Tenochtitlan —la ciudad azteca donde luego se asentó la capital mexicana— encargado por Hernán Cortes y enviado a Carlos V también figura en la colección, así como un ejemplar de la famosa Biblia de Gutenberg, una “Vida del profeta (Mahoma)” impresa a colores en Turquía en lengua árabe en 1594 y distintos atlas del siglo XV y libros con descripción del firmamento.
Por supuesto, no faltan los documentos patrióticos estadounidenses, como un ejemplar de la “Declaración de la independencia” de Thomas Jefferson o una carta manuscrita “de despedida” de Georges Washington, además de un mapa de la isla de Manhattan confeccionado en 1811 con lo que se supone es el primer plan urbanístico de la isla.
El director de la biblioteca no dejó de mencionar el hecho de que muchas de estas piezas son expresiones del colonialismo y el racismo, en línea con el esfuerzo que están haciendo las diferentes instituciones museísticas en
Estados Unidos para reconocer que tampoco la cultura ha sido inocente a la hora de representar una visión unilateral del mundo.
La ecléctica colección de piezas únicas de la biblioteca incluye además objetos dispares como la silla y el escritorio donde escribía Charles Dickens, el bastón con el que Virginia Woolf caminó en su último viaje antes de internarse en un río y suicidarse o una partitura original de Ludwig van Beethoven.
Pero también la era contemporánea tiene cabida en la exposición, y es aquí donde la diversidad de criterios se abre por completo: un registro de un libro de ahorros de emigrantes llegados a Nueva York en 1850, un gramófono berlinés de 1895, carteles originales de los espectáculos del mago Houdini o la actriz Sarah Bernhardt, la maleta de trabajo de Malcolm X o maquetas usadas para un disco de Lou Reed. EFE